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viernes, 30 de mayo de 2014

La ley del camiòn de basura.


Esta lectura la encontrè en la red de internet. Muy interesante:

Me subí a un taxi rumbo a la Estación Central del Ferrocarril y cuando íbamos por el carril de la derecha, por poco nos estrellamos con un carro que así de repente y de la nada salió como bólido de donde estaba estacionado. 


El conductor del taxi en que iba alcanzó a frenar a todo lo que daba, el taxise derrapó y por un pelo de rana casi le pegamos al auto que quedó frente a nosotros.

Después de esto, el conductor del OTRO auto, el tipo que casi causó el accidente, asomando la cabeza por la ventanilla comenzó a gritarnos una cantidad horrible de insultos y majaderías.

Todavía recuperándome del susto, lo que acabó de sacarme de mis casillas fue la actitud del chofer de mi taxi, quien en forma extremadamente amistosa y cortés le sonreía y saludaba con la mano al conductor del otro auto.

Yo estaba furioso y confundido, pero no me quedé con las ganas y le pregunté al chofer de mi taxi que por qué se ponía a sonreír y saludar al tipo que casi nos hizo chocar, arruinar su taxi y posiblemente hasta enviarnos al hospital.

Entonces, el taxista con voz pausada me contó lo que ahora yo llamo “La Ley del Camión de Basura”.

Mire, me dijo: ¿Ve aquel camión de basura? Sí, le dije, ¿y eso qué tiene que ver?
-Pues, así como esos camiones de basura existen, hay muchas personas que van por la vida llenos de basura, frustración, rabia, y decepción. Tan pronto como la basura se les va acumulando necesitan encontrar un lugar donde vaciarla, y si usted los deja seguramente le vaciarían su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones. Por eso cuando alguien quiere vaciar su basura en mí, no me lo tomo personal; sino tan sólo sonrío, saludo, le deseo todo el bien del mundo y sigo mi camino. Hágalo usted también y le agradará el haberlo hecho, se lo garantizo.

A partir de ese día comencé a pensar qué tan a menudo permito que estos Camiones de Basura me atropellen; y me pregunto a mí mismo cuán a menudo recojo esa basura y la esparzo a otra gente en casa, en el trabajo o en la calle.

Así que me prometí que ya jamás lo iba a permitir. Comencé a ver camiones de basura y así como el niño de la película “El Sexto Sentido” decía que veía a los muertos, bueno ahora así yo veo a los Camiones de Basura. Veo la carga que traen, los veo que me quieren echar encima su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones y tal y como el taxista me lo recomendó, no me lo tomo personal, tan sólo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante.

Los buenos líderes saben que tienen que estar listos para su próxima reunión. Los buenos padres saben que tienen que recibir a sus hijos con besos y abrazos. Los líderes y los padres saben que tienen que estar física y mentalmente presentes y en su mejor estado para la gente que realmente es importante para ellos.

"Todo tiene su lugar"

En resumen, la gente sensata no permite que los Camiones de Basura absorban su día.

Mi opiniòn al respecto
Realmente me gustò tanto esta lectura, sobretodo porque somos parte, querramos o no, de la estructura social de cada lugar en donde habitamos. Estamos sujetos a horarios de trabajo, la mediàtica etc. y por lo tanto estamos inmersos en ese condicionamiento en el dia a dia, en donde somos todos influenciados.

Esta ilustraciòn del camiòn de basura, nos puede servir como herramienta personal, a efecto de poder curarnos en salud, sin permitir que el exterior nos robe la paz y sensatez en nuestra vida cotidiana; es decir buscando siempre un equilibrio de acuerdo a las circunstancias para repeler todo aquello que nos pueda afectar.
Ya sea la griterìa o maledicencia que alguien puede proferirnos, no tiene sentido el ponernos a discutir a ese mismo nivel de inconsciencia, es similar como cuando conducimos nuestro auto, y repentinamente nos sale un alce al encuentro, nuestra reacciòn inmediata serìa reducir la velocidad y frenar, y no asì el bajarnos a insultar con saña a un animal, porque no tiene sentido el que hicieramos eso, serìa irracional . .

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